Iba uno a hablar de la primera ruta del año por el Castro de Arrabalde, en la pequeña y desconocida Sierra de Carpurias, donde astures y celtas, desde tiempos inmemoriales, buscaron acomodo, como lo prueba la existencia del mismo Castro, muy desfigurado, aunque ahora están haciendo obras para recuperar algo de su extraordinaria extensión, y como lo atestigua el famoso "tesoro" que en el año 1980 alguien encontró allí arriba, y recordé un poema de Aníbal Núñez, el poeta salmantino muerto prematuramente allá por el año 1987 (¡cómo pasa el tiempo!) en el que este vate charro hablaba de sus antepasados los vacceos, quienes según él sentían un intenso amor por los caballos, las planicies y el galope. Vamos, como nosotros por las "burras" y los montes carpurianos. Me levanté a buscar el libro, pero no lo encontré; en cambio, di con otro suyo que empecé a ojear, y este poema me asaltó hasta antojárseme propio para esta entrada de la bitácora en la que ni hablo de la primera ruta del año ni de nada parecido. En fin, otra vez será.
El poema dice así:
La belleza no está, es decir, no sólo
está en las alas de la mariposa
(carta de la ilusión inalcanzable);
habita, sobre todo,
en la delicadeza de los dedos
que cuidadosamente la dan suelta
sin que mota celeste de polvillo
quede en las yemas huérfana de vuelo
Alas de gasa, dedos que superan
su liviandad... Aún cabe más belleza:
manos que no pretenden que un anillo
se pose sobre ellas, y capaces
de no querer ser nada más que manos.
ANÍBAL NÚÑEZ,
Definición de savia, Hiperión, 1991